jueves, 20 de febrero de 2014

s4 o Soñé que me casaba con una mujer y después la abandonaba

Me enamoré de una mujer que dejaba dos rastros tras de sí. Y el día que nos casamos la abandoné. 
Me siguió rodeando los muros rosas, naranjas, bermellón de la oficina del Registro Civil, pero ella simplemente no logró salir. A pesar de su esfuerzo, no consiguió dejar el edificio. Fue culpa de un gato que acechaba por allí. El animal que mi esposa más odiaba, congeló el tiempo cuando ella asomaba a la calle.
Se quedó hecha maniquí y berrinche.
Yo no me lo creía.
Dejé de huir y regresé dos veces desde la esquina para comprobar, (dos veces), que en serio, ella, inmovilizada como estaba, no podría adorarme nunca más.
Yo amaba el vestido que escogió para ese día. Cuando me dijo el precio que habría de pagar por él y que sería de mármol, nada me pareció más natural. Pero ahora, no me parece que el gato sea totalmente responsable de la inmovilidad de ella. De hecho, culpo al peso del vestido que, deduzco, ella finalmente no pudo llevar.
Y tal vez sea esa también la razón por la que la dejé, el día de nuestra boda.
Y sin embargo lucía exquisita; la combinación magnifica de su tez color botella y el trazo de su cadera. Siempre que recuerdo el matiz verde traslúcido de su piel me invade un sopor. Siempre, su recuerdo deslumbrante opaca los rasgos de su rostro en mi memoria.
Quizás nunca vi su cara realmente -habrá sido mi vista siempre baja-.
O tal vez lo único que podré siempre recordar será el reflejo del sol y el piso enlagunado en que la hallé después de abandonarla, incapaz de moverse, esperándome, como si me hubiera estado esperando toda la vida...
O como si ya nunca más pudiera seguirme.

N.B.

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